Origen emocional de las ALERGIAS

 
La alergia  -que viene del griego allos (extraño, diferente) y de ergos (reacción, actividad) es un proceso por el que un individuo reconoce como extraña a una partícula o sustancia denominada alérgeno (inofensiva para la mayoría de las personas).
En cambio, provoca en éste una respuesta de su sistema inmunológico. Dando lugar a una serie de manifestaciones clínicas características como goteos nasales, estornudos, picazón, sarpullidos, edema (hinchazón) y asma.

La alergia aparece por un psico-choque emocional inicial, un acontecimiento desestabilizante que sobrepasa el umbral de tolerancia del individuo.

¿Qué es un psico-choque emocional?
-Se trata de un suceso de la vida cotidiana desagradable que llega de improviso, que nos coge por sorpresa  y nos desestabiliza…
-Vivido de una manera aislada, en soledad y sin compartirlo con otras personas.
Lo que vivimos en el aislamiento es lo que sentimos. No es lo que vivimos en el exterior, sino lo que sentimos en el interior, lo que experimentamos a solas, el resentir.
-Sin solución satisfactoria para nosotros, en ese momento, aunque quizá para otras personas sí que la tenga.
-De intensidad dramática real, o sentido como tal.
El inconsciente puede vivirlo de una manera simbólica, pero no sabe distinguir entre lo real y lo simbólico.

Existen dos etapas en la génesis de una alergia:

La primera etapa es la fase “muda”, silenciosa, llamada de sensibilización o de identificación del agresor: el alérgeno. Es la programación de la alergia.
El sistema inmunológico identifica un cuerpo extraño, se encarga de analizarlo y fabrica anticuerpos específicos y silenciosos, memorizando las características del intruso.
Se relaciona con un suceso dramático muy preciso que ha ocurrido en el mismo momento en que entrábamos en contacto con el alérgeno.
Hay una relación directa entre un psico-choque emocional y un elemento externo donde proyectamos el psico-choque.
El cuerpo memoriza la sustancia o elemento que estaba presente en el momento del drama.

El sistema inmunológico lo califica como algo peligroso porque va asociado a una emoción dolorosa e intenta eliminarla cuando la detecta en el organismo.

Una persona ha estado expuesta a un alimento, medicamento o elemento durante toda su vida pero a partir de cierto momento, el momento del drama, habrá un rechazo físico.
Ésta es la primera exposición, la identificación, donde el alérgeno queda grabado. A partir de éste momento el inconsciente asocia el episodio impactante y el alérgeno para formar un dúo inseparable.
Es el instante que el inconsciente lleva al olvido por tratarse de una experiencia muy dolorosa.
El alérgeno es una simple advertencia de un peligro inminente, conocido pero ocultado, es el aviso del recuerdo doloroso, desagradable, de la primera vez.
En ésta etapa no se manifiestan síntomas físicos.
La segunda etapa o fase “ruidosa” es cuando en un segundo contacto con el mismo alérgeno, los anticuerpos, silenciosos hasta ahora, se vuelven reactivos y desencadenan una respuesta desmedida “reacción alérgica”.
Ahora es cuando aparecen los síntomas clínicos.
La crisis alérgica no es más que una nueva confrontación con el alérgeno que representa al drama desestabilizador inicial y que permanece oculto en el inconsciente.

Para sanar la alergia tenemos que ir a buscar al inconsciente el drama desestabilizante para identificar la emoción y el resentir oculto, expresarlo (descarga emocional) y tratar de encontrar una salida para que se produzca el cambio emocional.

Un ejemplo: Alergia a los frutos secos. Una pareja de novios acuerdan con varias parejas más pasar el fin de semana en la casa de campo de uno de ellos.
En un momento en el que estaban todos reunidos, tomando un aperitivo, se entabla una fuerte discusión entre la pareja.
El novio, después de decirle que ya no quiere continuar con la relación, termina marchándose solo del lugar.
La novia, impactada por todo lo ocurrido (psico-choque), se encontraba comiendo frutos secos.
Este acontecimiento desestabilizante pasará al olvido más profundo de ésta joven, por doloroso.
La próxima vez que entre en contacto con frutos secos aparecerán los síntomas de la alergia.

Es como un aviso: cada vez que coma frutos secos se va a acordar inconscientemente de la situación emocional dolorosa.

El inconsciente para protegerla desplaza la emoción hacia el cuerpo físico (estornudos, sarpullidos, escozor o hinchazón de los ojos, etc.).
De ésta forma, ocupándose de la reacción alérgica molesta, se olvida del trauma doloroso relacionado con la sustancia (frutos secos).
Hay que tener en cuenta que la  mayoría de las alergias se desencadenan por episodios ocurridos entre los siete años y nuestro momento actual.
Solo un porcentaje muy bajo de los procesos alérgicos nos llevan a buscar en las experiencias ocurridas a nuestra madre durante el tiempo de su embarazo o en nuestros antepasados.
Se trata de aquellos casos en los que somos sensibles a ciertos alimentos, sustancias, etc. y lo somos desde nuestro nacimiento o desde los primeros años de vida.

Las señales clínicas nos orientarán de forma muy precisa hacia el origen central de la alergia:

Cuando están afectados los ojos con lagrimeo, picor, inflación nos dirigirán hacia una experiencia visual dramática. No querer o no poder ver o haber perdido de vista algo o a alguien.
Cuando es la piel  la afectada con prurito (picores), eccema, urticaria, etc., iremos a buscar conflictos relacionados con separaciones.
Si es la laringe, tos o el asma laríngea nos conducirán hacia dramas en los que el miedo ha estado muy presente.
Si los afectados son los bronquios, a través de bronquitis y el asma, debemos encaminar nuestra investigación hacia peleas y gritos en el ámbito familiar. 
O mirar en el árbol genealógico muerte de algún miembro del clan por problemas de asfixias.
Cuando los síntomas se manifiestan en la nariz nos orientan hacia vivencias  conflictivas donde se destaca el factor “nocivo” o “me huele muy mal”.

La conducta a adoptar ante una alergia:

En primer lugar tenemos que ir a buscar todos los detalles históricos posibles de la vivencia emocional dramática de la persona alérgica. 
Y encontrar la conexión entre la fase de sensibilización y la primera crisis alérgica.
La novia se sensibilizó a los frutos secos cuando su novio la dejó plantada  (abandono, separación) delante de sus amigos, mientras estaban comiendo frutos secos.
La reacción alérgica a éste alimento se desencadenó algún tiempo después durante una celebración, en la que entre otros aperitivos, se encontraban los frutos secos.
El denominador común entre estos dos episodios habían sido los frutos secos

Así es que ante una alergia debemos preguntarnos:

¿Desde cuándo? Antes de tener el primer brote de alergia ¿cuándo estuve en contacto con ese alérgeno? ¿Fue hace un mes, dos meses o hace un año?
¿Cuál es la reacción alérgica, cuales son los síntomas y a qué órgano o parte de nuestro cuerpo afecta?
Ahora es necesario situarnos y revivir la situación  en el tiempo y el espacio, como si estuviera ocurriendo en estos momentos. 
Y tratar de encontrar la emoción asociada al acontecimiento y expresar el resentir que quedó guardado en el inconsciente en aquel instante.
Y por último tenemos que encontrar un recurso.
Una salida consciente de la primera situación para que se produzca el cambio emocional y la posible sanación de la alergia.
 

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